Text d'Ezequiel Saad amb motiu de la Diada de Sant Jordi

Dimarts, 23 d’abril de 2019

Amb motiu de la Diada de Sant Jordi, des de l'Ajuntament de Sant Cebrià volem compartir un text de l'autor veí de Sant Cebrià Ezequiel Saad Tobis que se centra en dues icones indiscutibles del nostre municipi: l'oreneta i la maduixa. Amb aquest escrit, titulat Golondrinas y fresas encajan con Mafalda, l'autor convida el lector a partir de la mirada dels dos protagonistes del llibre, oreneta i maduixa, per aprofundir sobre l'harmonia de la mateixa natura, al mateix temps que li aporta un toc d'humor, comparant-los amb el personatge de la Mafalda de Quino.

A continuació, el text, que també el podeu trobar en versió descarregable a l'apartat de la dreta:



Golondrina y fresa encajan con Mafalda 


Movilicémonos para honrar el esplendor del presente y transformar un día prosaico en un día excepcional. Tomemos el caso de la fresa y su cre- cimiento ascendente, y el de la golondrina con sus migraciones rotatorias y volubles; ambas marchan con el paso de los indicios trascendentes. Una en- globa el Cielo y la otra abraza la Tierra. La golondrina vuela al ritmo con el que el planeta rueda, cambia de hemisferio y, al mismo tiempo, acude al uní- sono con la fresa que tiene la teñidura de una gota de sangre y las burbujas del champagne.


Las dos poseen propiedades que sobresalen por ser obvias, y otras que aguardan ser descubiertas. La primera evoluciona en forma de un corazón vegetal cuyos poros respiran la inconfundible fragancia de la sazón, y la se- gunda, revoluciona con su intrépido vuelo a las antípodas. Una, regional, se asienta y se une al suelo; la otra, nómada y global, se desbanda antes que la exuberancia del verano se marchite. Y renazca. La golondrina llega allí mismo donde el otoño nos confundió por deshacer lo creado y pudo vencer mudando de significado. Podemos estar seguros de que con sus alas caligra- fía en el aire una escritura de tinta china para dar la bienvenida al renaci- miento cíclico. Así es también la fresa que hemos aprendido a cultivar a tiempo.


Golondrina y fresa deben ser observadas por su minimalismo como en un poema visual del poeta catalán Joan Brossa. Con ellas se define la casi imperceptible vía de las insignificantes pequeñeces con las que se puede conje- turar el universo entero. La vida palpitante vuelve a los numerosos nidos de nuestro pueblo con un único pájaro; y se animan las colinas soleadas de la Vallalta para cuidar a la fresa, primer fruto del año.


En el fondo ambas hacen notar la aumentación cuando es la hora del despliegue y la disminución a la hora del repliegue: son los ejemplos mis- mos del gran valor que tiene lo pequeño y sensitivo cuando se trata de juz- gar el dinámico impulso vital. Es una gradación que comienza en lo diminuto y que se consuma en algo poderoso (o en la influencia persistente de algo delicado). Ambas están hechas a la imagen del discernimiento, porque la ignorancia también es una ausencia, y el acierto de la razón es tan precioso como una copetuda. Lo pequeño es grande y puede dilatarse hasta ser colosal, a condición que coincida con el espacio-tiempo. ¡De las coinci- dencias hay tanto que decir!


De chico, me fascinaba ver el impacto que producían las esferas sobre el paño verde del billar. Esto me hizo pensar que el sistema solar parecía  predispuesto a un juego cósmico, y que la invención de las cosmogonías se debía a una o varias carambolas sucesivas. Más tarde aprendí a captar que en la órbita de las casualidades existían momentos para el deleite de la suerte. Mi fórmula consistía en observar las cosas a la manera de las ideogra- fías, ya que en estas no hay nada anodino, han sido usadas para verter si- gnos, palabras e ideas. Y en número las cosas nombradas parecen estar en contacto entre ellas como las neuronas pueden estarlo en la cabeza de un ser humano. Por lo tanto, golondrina y fresa consuelan con un mensaje claro. La sabiduría enseña que hay que cuidar los gérmenes del impulso vital, donde se encuentra nuestro equilibrio y el motor de nuestra transformación. En caso de no preservar lo pequeño ya sabemos que nos alejamos de las re- giones más serenas y reconfortantes de la persona.


Busquemos y si lo que encontramos es una calidad de vida que desea distinguir más allá de las apariencias, también haremos que la interioridad se abra y la razón incite al diálogo. Tratemos de renovar las fuerzas producti- vas, con más confianza y eficacidad. La golondrina es el pichón del arca de Noé, llega para anunciar lo que vendrá. Es una pequeña llave que abre y cierra el cofre de la miríada de las cosas. La atrae el amor y la hace huir el desagrado; cuenta con la potencia de un sello que consuma los equinoccios.


Sin embargo, al llegar el otoño la golondrina se lleva el protector abrigo con el que cubría la gloria y sentimos la frialdad. Su receta prescribe la luz y el color con los que cura de las lobregueces y de las desconexiones.


La naturaleza explica muchos fenómenos. Hace pensar en los árboles que se coordinan para que las semillas nazcan a la vez o al gallo augurando un sol flamante diariamente. ¡Me refiero a una manera de pensar básica y verdadera! ¿Recuerdan a Mafalda, el personaje de Quino? Sus aventuras alu- den al mundo con humor y con la suavidad del estambre de la piel de cor- dero, justamente por eso mismo parece la hermanita de 'El Principito' de Antoine de Saint-Exupéry. Seguramente existe algún libro sobre ella y la gran sabiduría. Mafalda, no lo olviden, tiene la talla de la golondrina y las me- jillas de la fresa. Por consiguiente, preservar una y cultivar la otra suscitan la armonía natural, esa que puede ahondarse también en cualquier momento del día con una súbita corazonada y que, por su salud, el ser humano aguarda esforzado.



Ezequiel Saad, Fira De La Maduixa Sant Cebrià De Vallalta, 23 de abril 2019.



Darrera actualització: 29.01.2021 | 12:24